Llueve y el Ebro fluye
inmenso y triste
en este día gris de fin de
invierno.
He recorrido los sotos
desnudos,
me he adentrado en el
silencio
espeso de las alamedas,
lúgubres como viejos
osarios,
y al borde de las aguas,
negras como el Aqueronte,
he derramado unas lágrimas
recordándote.
Bandadas de gansos cruzaban
los cielos
trazando ruidosas su signo
de victoria
y he pensado en el ciclo de la Vida
y en su eterno retorno.
Ha sido un invierno triste y
difícil
pero la primavera ha de
llegar
hermosa, salvaje, rebelde,
inundándolo todo
de luz y de alegría.