martes, 30 de octubre de 2012

NEGRA LUZ DE LOS INVIERNOS


















El invierno ha irrumpido bronco, ventoso y húmedo; ha desnudado el jardín, ha roto las ventanas y se ha adueñado de la casa como un huésped impertinente e incómodo.

El frío ha barrido este otoño desabrido de agonías y nostalgias.

Busca el amor refugio bajo la suavidad de edredones de plumas, bajo tiesas mantas raídas, bajo la liviana cúpula protectora del roto paraguas que esta tarde compartimos.

¡Ay amor tentador, divino y perverso, dulce calor compartido, único conjuro frente a la soledad de los inviernos!

El amor me hizo apreciar el buen juicio de Eva, pues no hay ningún placer en el solitario quebrantamiento de la ley y no hay fruta más deseada que la fruta prohibida.

El invierno nos invita a desafiar a los dioses, a darle ocasiones a la locura, a promover rebeliones quién sabe si baldías, a baldear la cubierta del alma hasta sacarle su antiguo brillo.

Paseamos por nuestro barrio. La calle está habitada y los comercios vacíos.

Jóvenes ancianos toman posesión cada anochecer de los cajeros mecánicos de los bancos; nuevos mendigos se refugian en las ultramodernas estructuras arquitectónicas, en los prodigiosos puentes que cruzan el Ebro.

¿Quién dijo que para nada servía una exposición universal? Deberían abrir al público la Torre del Agua para poder matarnos más heroica y honorablemente.

Negra luz de los inviernos. Dicen que será un invierno largo y frío, que este año han emigrado las cigüeñas, los ánades reales y hasta los halcones peregrinos que anidan en los rascacielos.

Negra luz de los inviernos. Qué inquietud que produce la espesura helada de este silencio.

Suena a lo lejos la música de un triste y tenue bolero. Y me miras, y te miro.

 ¿Qué tal amor si, mientras lo inevitable nos alcanza, me abrazas y bailamos?