Se prolonga la crueldad de esta árida primavera
que tapiza de flores muertas el ocaso de tus días,
y a pesar de todos los desvelos de tantos seres de luz
el dolor es la única fruta que adorna muchas mesas
y la demencia la única, tenebrosa y terrible
escapatoria.
Escribes esta noche para no sucumbir al dolor y la
locura,
escribes porque te duelen demasiado las heridas de
otros,
porque sientes que tus fuerzas flaquean,
porque sabes que no siempre es suficiente refugiarse
en los pequeños placeres, en los prodigios
cotidianos
que siempre generosa la Vida te regala.
Qué frágil es el delicado hilo de seda que nos
aferra
a la vida y la razón, qué difícil a veces encontrar
un motivo,
un solo motivo para seguir adelante.
Te equivocas tal vez porque miras los ojos dolientes
que te miran y no el mar que en ellos se refleja.
Flores ajadas en el ocaso de esta triste y fría
primavera,
muertas en vida que te piden respuestas que no quieres dar
porque es injusto dar consejo con una piedra en el
zapato
a quien sufriente y cansada arrastra una pesada
losa,
porque es inútil tratar de encender fuego bajo la
lluvia.
Flores marchitas anhelando humedales que renazcan
sus vidas,
flores heladas esperando un verano que no va a
llegar.