y que
calladamente me reprochas mi distante cinismo;
que cuando
menos lo esperas te salpica
la hiel de
mi ironía o los torrentes ácidos de mi amargo humor.
Pero qué
quieres, ahora apenas fumo, apenas
bebo,
ya no alargo
los días con las ansias de otro tiempo,
hace mucho
que no emprendo un largo y fatigoso viaje:
la vida no
necesita ayuda para matarme poco a poco.
A veces me
reconozco vacío de ilusiones y proyectos,
muerto en
vida, sí, como tantas veces reproché a otros.
Está siendo
tan duro y triste este verano otoñal
que al menos
evito contaminar a otros con mi vírica desolación
y corro a
buscar refugio en la apaciguadora sinfonía de las plantas,
en la locura
del cierzo que despeja mis sienes,
en el siempre
amable sosiego de las aguas del Ebro.
He pasado la
tarde tumbado en la hierba
contemplando
el vuelo alegre de los cormoranes.
También yo quisiera elevarme y volar hacia el horizonte
infinito,
cruzar esta
tierra árida y callada surcando una vez
más
el aire limpio de la libertad y de la poesía
hacia ese
mar que dicen nos espera allá a lo lejos.
Volar es la
única forma de salir del laberinto
¿Pero qué hacer cuando la realidad se conjura contra los
deseos,
cuando
quienes más te quieren te enlodan las alas?