La primavera era un cachorro
inquieto
que arañaba los cristales.
Me recuerdas aquellas tardes
lejanas
en que el amor crecía
entre el rumor de los
alfanjes,
aquellos días en que ardía
la piel
y ardían los corazones
y las calles ardían teñidas
de rojo
llamándonos
como en esta primavera
de esperanzas florecidas.
Me preguntas qué pasará
ahora y no lo sé.
Yo sólo soy un viajero
envejecido y cansado.
Sólo sé que los dioses
del mercado se han hartado
de darnos sus tristes
concesiones.
Sólo sé que trataremos de
alzar un muro
frente al siniestro futuro
que nos deparan.
Sólo sé que otros jóvenes
que ya no somos tú y yo
se amarán de nuevo
entre el rumor de los
alfanjes.
Porque la primavera es un
cachorro inquieto
que araña sus cristales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario