Las he visto navegar como ágiles veleros
por plazas y alamedas,
he paseado las calles sembradas de amapolas,
de enseñas tricolores, de emblemas luminosos
de quienes aún resisten, de quienes no se
resignan.
Y a la orilla de ese mar florido y hermoso
he vuelto a pensar que el día que la bandera
de la libertad se alce sobre todas ellas,
el día que la casa común de la Nueva
Democracia
nos dé cobijo a todos sin exclusiones ni
sectarismos,
el día que no seamos veleros en el mar
sino océano inmenso e implacable,
entonces, y sólo entonces, la victoria será nuestra.
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