A veces
la lluvia del norte
acaricia
tu piel
con
delicados dedos de seda
A
veces, conjurada con el viento,
el agua
te asaetea
buscando
insistente
las
junturas de tu coraza
te
golpea
te
zahiere
y acaba
clavando en tu cuerpo
sus
aguijones de hielo
A veces
es una lengua de barro
que
lame tus piernas, tus brazos,
tus
ojos, tu boca
que te
envuelve con el abrazo pegajoso
de una
babosa gigante
adhiriéndote
aplastándote
contra
el suelo enlodado
El
viajero en su velocípedo
las
ruedas hundidas en el barro
no es
hoy elegante caballero
sino un
mísero caracol gigante
que
pesadamente arrastra
su
carga sucia y mojada
Ha
llegado a su destino
melancólico
y cansado
flotando
como un feto
en su
húmedo universo amniótico.
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